Franjas horizontales, verticales, cruces de San Jorge, de San Andrés, escandinava, de San Patricio, medias lunas, estrellas de todos los colores y tamaños… Observo la fotografía del Castillo de San Felipe de Cartagena de Indias y la enorme bandera colombiana que lo corona ondeando al viento y proclamando valores como justicia, progreso y armonía… De las que se izan en el Palacio de Buckingham dependiendo, según se dice, de la presencia o no de la reina. De la bandera de los Estados Unidos que llena la fachada del Edificio del mercado de valores más famoso del mundo ubicado en Wall Street, visita obligada de todo turista que llega a la Gran Manzana. No hay que ir muy lejos para observar una bandera que hoy por hoy forma parte del paisaje de Madrid, y que en su día tuvo una cierta contestación; estoy hablando, por supuesto, de la que ocupa la Plaza de Colón Y ¿qué hay de la bandera malaya que prolifera por las calles de Kuala Lumpur? Sin duda, una de las más vistas es la que se ubica en las archiconocidas Torres Petronas aunque la que se iza en la Gran Mezquita no le anda a la zaga. Las que ocupan un lugar preferente en la Asamblea Nacional o en el Grand Palais de París son dos ejemplos más de que, al menos, ciertas banderas son algo más que una ”Tela de forma comúnmente rectangular (…) y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución”, en definición de la Real Academia.
Otras banderas no tan conocidas pero si igual de orgullosas llenan las calles de otros lugares. En Sibiu, en Brasov o en Cluj Napoca, ciudades rumanas, nadie tiene inconveniente en adornar sus calles con numerosas banderas. Ninguna es tan conocida como alguna de las anteriores para el turista aunque su significado sea el mismo o quizás más importante para los rumanos.
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